Los bonos de deuda pública de la zona euro y países nórdicos con rentabilidades negativas superan los 2 billones (con “b”) de dólares, según JP Morgan. Actualmente casi un 20% de bonos estatales emitidos en todo el mundo tienen tipos negativos. Es decir, los inversores pagan por prestar a los estados.
Algo impensable para la mayoría de ciudadanos hace unas décadas, se está produciendo delante de nuestros ojos, pero ¿qué significa exactamente ?, ¿qué lleva a un inversor a pagar por prestar su dinero?, y sobre todo ¿por qué?
Para entender mejor la situación hemos de ampliar el “contexto” que nos permita tener una visión ms amplia. El exceso de endeudamiento público y privado, superando ampliamente el 300 % del PIB en la OCDE, y su insostenibilidad obligan a implantar las recetas que se idearon el en pasado:
• El crecimiento económico.
• Saneamiento: Más ingresos, menos gastos.
• Quita de la deuda.
• La Inflación.
El crecimiento queda descartado por el envejecimiento de nuestra sociedad y la consiguiente pérdida de productividad agravadas por la deslocalización de empresas a Asia, que nos ha llevado en las últimas décadas a tasas de crecimiento cada vez más bajas favorecidas por el aumento constante de la deuda.
La fórmula del saneamiento simplemente llega demasiado tarde; subir los impuestos y reducir drásticamente los gastos solo tiene sentido en un entorno económico aislado y no en la economía global. Si todos los estados endeudados comienzan a ahorrar al mismo tiempo la economía “se gripa” y regresaríamos a la década de 1930. Algunos países volverían a las barricadas. El ahorro en los gastos y las subidas de impuestos pueden dar lugar a la depresión; lo que conlleva que quienes se ven sometidos a las políticas de “sudor y lágrimas” se dejen embaucar por quienes prometen soluciones fáciles y fomentan la envidia hacía los ricos.
El camino más difícil es la quita de la deuda, lo que significa suspender todos los pagos o dejar de satisfacer todos o parte de los pagos pendientes. Tanto si las razones del impago son la imposibilidad económica o por una decisión política, la única solución viable es una “quita drástica” para aquellos países que ya son insolventes “de facto”, si no fuera por la subvención de intereses y las contribuciones de algunos países del euro al fondo de rescate. En la zona euro, sin un mercado laboral flexible, sin tasas de inflación similares, sin una política fiscal única, sin conciencia cultural propia, sin mecanismos de solidaridad entre países y descartando la posibilidad de que una generación de políticos valientes realice los cambios progresivos en las estructuras de forma ordenada; los mercados forzarán la disolución de la Zona Euro o su insolvencia colectiva. Pero una quita de la deuda de las grandes economías precipitaría al abismo a la economía mundial. Por ello, los países con una elevada tasa de endeudamiento y una divisa propia no quiebran, sino que devuelven su deuda imprimiendo billetes.
Descartadas las tres recetas anteriores volvemos la vista a la inflación, es decir, devaluar el dinero. ¿Cuál es el atractivo de la inflación para los políticos y el gobierno económico? Que dicha inflación es hermosa y discreta. Pero se necesita que la inflación no vaya acompañada del aumento del tipo de interés para alcanzar el objetivo, que no es otro que el de volver a situar la deuda en niveles aceptables. A esta combinación de inflación e intereses bajos se le conoce como “Represión financiera” y el efecto real es una transmisión de activos de los ahorradores a los deudores.
Dinero hay, y mucho, el problema es que no está en las manos que tendría que estar, sino en la de los ahorradores. Desde el punto de vista del Estado, la inflación es una solución inmejorable para la transmisión de activos, porque la devaluación del dinero ocurre de forma silenciosa y discreta en un principio. El Estado se aprovecha de que la mayoría de las personas apenas sabe distinguir entre valores nominales y valores reales. Lo que en un eufemismo bienintencionado hemos llamado transmisión de activos, no es más que una expropiación por etapas. El Estado consigue mantener los intereses bajos debido a su capacidad de coerción y a la inestimable ayuda de los Bancos Centrales. Obligando a los grandes inversores a adquirir los bonos de deuda pública al considerarlos “sin riesgo” y manteniendo la ilusión de que la tasa de inflación real de los precios es baja a base de “desinformar” o considerar momentáneas lo que son subidas de permanentes.
Es ahora cuando podemos responder a las cuestiones que planteábamos inicialmente: ¿Que lleva a un inversor a pagar por prestar su dinero?, y, sobre todo ¿Por qué?
Ahora parece obvio que no es que los inversores se hayan vuelto locos, simplemente es que no pueden hacer otra cosa, ya que llegan engañados en su mayoría por la falta de información o por la coerción activa de los Estados.
Además, el riesgo que corren es a perder un 1% anual, lo que no es nada comparado con el miedo que el inversor tiene a perder un 30% en las bolsas y activos de riesgo que, piensan, que se van a desplomar ante la saturación de liquidez de las políticas expansivas y su bajo impacto en la economía real.
Lo que ignora la mayoría es que sea como sea, la transferencia de activos, mejor dicho “la expropiación” gradual se va producir de todos modos, salvo que se tomen decisiones de inversión teniendo en cuenta lo que en realidad está pasando. Pero para ello hay que molestarse en entender y actuar.