En la era del bitcoin, ethereum y otras criptomonedas, hablar de inversión en oro físico o en metales preciosos no resulta nada ‘cool’. Si acaso, se puede admitir que se invierta en oro por medio de ETF, futuros u otros derivados que, sin duda, suenan más modernos. Pero si hablamos de lingotes y monedas de oro, nos van a tildar de antiguos. Todavía se sigue denominando peyorativamente al oro como “reliquia bárbara”, un activo en el que no merece la pena invertir, porque no ofrece rendimientos, a diferencia de los bonos, acciones y similares.
Por cierto, que este argumento de que no ofrece rendimientos nunca lo he oído en relación con el bitcoin o las criptomonedas, con las que sucede lo mismo: no obtienes ganancias con ellas… hasta que las vendes. Y habría que hablar mucho de la volatilidad de unos activos que carecen de cualquier respaldo físico y son susceptibles de ‘hackeo’, como ha sucedido en varias ocasiones.
Recientemente, uno de nuestros colaboradores realizó un interesante experimento social: intentó pagar las compras realizadas en un día cualquiera con monedas de plata. Como es lógico, las reacciones fueron para todos los gustos, pero se obtuvieron un par de conclusiones interesantes: la primera, que no es tan descabellado como pueda parecer, porque algún comerciante ya había realizado transacciones de ese estilo; y la segunda, que los comerciantes chinos tienen muy claro cuál es el valor de la plata. Y a estas alturas, creo que nadie duda de su capacidad comercial.
Así que, de reliquia bárbara, nada. Tener monedas de oro y plata en el bolsillo garantiza tener poder adquisitivo en cualquier parte del mundo. Como los soberanos de oro que oculta en su cinturón James Bond para “gastos imprevistos”.
Oro y plata como medio de pago
Por eso, no extraña que, en una de las principales economías del mundo, los Estados Unidos, se haya desencadenado un movimiento en varios Estados que propone eliminar el impuesto por las ganancias obtenidas con la venta de monedas y lingotes de oro y plata. Una medida que se ha aprobado o se encuentra en vías de aprobación en Arkansas, Idaho, Luisiana, Tennesse… y cuyo objetivo último es permitir que tanto el oro como la plata puedan volver a ser utilizados como medios de pago.
De hecho, Estados tan importantes como Texas (el segundo más extenso de EEUU, por detrás de Alaska, y más grande que España) han solicitado a la Reserva Federal de Nueva York la entrega de la parte que les corresponde en las reservas de oro federales, para custodiarlas en su territorio y administrarlas según su criterio.
En el fondo subyace una desconfianza tradicional del ciudadano medio norteamericano al llamado dinero fiat o fiduciario, basado exclusivamente en la confianza que depositan los propios ciudadanos en la entidad emisora, en este caso la Reserva Federal. Desde 1971, año en que el Gobierno de Richard Nixon decidió abolir el patrón oro que se había adoptado durante los Acuerdos de Bretton Woods, esta confianza es el único sustento del todopoderoso dólar. Y a tenor de lo que sucedió en 1929 y 2008, son muchos los estadounidenses que desconfían, y con razón, del dólar y de los instrumentos financieros supuestamente basados en la confianza, y prefieren dinero contante y sonante, en forma de oro y plata.
China e India, los mayores consumidores
Eso, en los Estados Unidos. Si volvemos la vista hacia Oriente, a economías emergentes como China o la India, veremos aún más claro el valor de los metales preciosos: esos dos países son los mayores demandantes y consumidores de oro mundiales. En la cultura de ambos países está muy arraigado el valor que tienen el oro y la plata como medio de ahorro y protección patrimonial. De hecho, en las áreas rurales de la India, la demanda de oro anual viene dada por el comportamiento de la temporada agrícola del monzón, porque con el dinero obtenido con las cosechas, los agricultores compran joyas de oro, que son su medio de ahorro. Y no solo ahorro: el oro también constituye su forma de asegurarse o hacer frente a emergencias médicas, en ausencia de un mercado desarrollado de seguros tradicionales.
Si Estados Unidos, China o la India le parecen muy lejanos, dentro de nuestro misma Unión Europea hay ciudadanos que tienen muy claro el valor del oro y cuentan habitualmente con él como medio de ahorro e inversión. En Alemania o Italia, sin ir más lejos. Y no es probable que a un ciudadano alemán le atraiga una reliquia bárbara solo por su valor estético, sino más bien por su utilidad económica.
Así que, ante la incierta situación internacional, con Donald Trump y Kim Jong-un desatados, no es mala idea empezar a plantearse el valor del ahorro en forma de oro físico. Por lo que pueda pasar.